La adaptación en el cole es real y tiene, además, nombre y apellidos.

adaptaciónPánico.

Pánico, miedo o quizás inseguridad, pero es justo lo que sentí cuando supe que Dios me proponía otro reto en mi vida. Y es cierto, desearía con todas mis fuerzas ser una súper-seño-medio-heroína con superpoderes que fuese capaz de conocer todas las necesidades, todos los recursos, todas las maneras de atender a mis peques de la mejor manera posible y sin ninguna duda. Pero volviendo a la realidad, creo que aún no he desarrollado esos superpoderes ni creo que sean la solución a todo.

J llegó a mi clase igual de asustado que todos los demás. Eso de volver al periodo de adaptación no es moco de pavo. ¡Y cómo lloraba! J aún no es capaz de expresarse con palabras, por lo que los gestos y las reacciones en él son el mejor modo de comunicación y expresión del mundo. Sus papás ya se habían reunido conmigo, tratando de darme hasta el más mínimo detalle de cómo es y cómo se relaciona, pero lo cierto es que hasta que no lo experimentas tú mismo no empiezas a conocer en realidad.

J tiene algunos rasgos de autismo, aunque no podemos generalizar ni sería correcto hacerlo. Lleva desde muy temprana edad trabajando con profesionales en casa y ni siquiera ellas han querido definir aún su caso. Hasta que las conocí había intentado hacer todo lo posible porque J se integrase en la clase, empezara a conocer las rutinas de la mañana y se adaptase, en la medida de lo posible, al ritmo de la mañana.

Como dice un compañero, “Dios escribe recto sobre renglones torcidos” y creo firmemente que es así; me mandó los refuerzos en el momento justo. Su mamá organizó una reunión con las tutoras, la seño de apoyo y sus “seños profesionales de la tarde”, dos psicólogas del Centro Aba Motril que también trabajan con él y lo conocen a la perfección. Fue ahí cuando todo tomó otro rumbo. Siempre se habla de la importancia de la relación entre la familia y el cole, pero podríamos añadir también que la relación entre profesionales y más en un caso así, es esencial. Nos enseñaron recursos, su modo de trabajo con niños autistas y en particular, el modo de trabajo con J. ¡No parábamos de apuntar ideas e información! Esa fue la inyección de ilusión que nos faltaba.

 

Después, todo fue un quehacer constante. Con la ayuda de nuestra súper-seño de apoyo, hemos:

  • Adaptado los libros convencionales de J para que pueda utilizarlos a su manera e infinitas veces. Hemos plastificado las hojas, reinventado algunas ¡y colocado velcro en todos lados! Así las actividades son de quita y pon y puede repetirlas siempre.
  • Creado una línea de tiempo con las actividades del día para que sea consciente de lo que toca en cada momento. Se trabaja por pictogramas, así que con imágenes en cuadraditos ¡y velcro, por supuesto! vamos quitando el dibujo conforme realizamos la actividad.
  • ¡Y hasta tiene un rincón especial, donde puede evadirse cuando lo necesite! Iremos añadiendo libros con juegos, juguetes que le encanten, etc.

 

Y es así, nuestra vida ha dado un giro de 360 con su llegada pero también nos ha hecho crecer, crecer mucho y estamos muy muy felices. Habrá días maravillosos en los que J responda y trabaje genial y otros en los que la frustración casi nos sobrepase, pero al fin y al cabo esta es nuestra realidad, sembradores en muy diferentes campos como lo fue Jesús.

La adaptación en el cole es real y tiene, además, nombre y apellidos.

¡Profes del mundo, no tengáis miedo a lo desconocido!

Tened Fe y dejad que Dios sea quien nos guíe.

 

Paula Salinas, Colegio La Presentación de Granada.

 

 

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